László Krasznahorkai es dueño de una literatura sin prisa, de cocción lenta y desarrollos tan hondos y absolutos que chocan con este mundo acelerado que no presta demasiada atención a lo que la requiere. El autor húngaro nacido en Gyula en 1954, que recibe este viernes en Marrakech el premio Formentor de las Letras, en la estela de figuras como Borges o Annie Ernaux, es simpático, generoso en la conversación e infinitamente más luminoso que sus personajes rotundos y perdedores.
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