La primera vez que di con el concepto de inteligencia artificial (IA) fue en los ochenta, en los diarios de Monterroso. He buscado en La letra E, donde reunió sus diarios, y he visto que nombró a la IA a finales de septiembre de 1984. Así que cuarenta años exactos han pasado desde entonces y, aunque detesto los números redondos, no por ello voy a privar a los lectores de lo que anotó Monterroso en su diario: “Hacia 1950-1955, la inteligencia mecanizada parecía estar ya a tiro de piedra: lo malo era que por cada estorbo que se dejaba atrás aparecía siempre otro nuevo cerrando el paso a la creación efectiva de una autentica máquina de pensar. ¿Había una razón profunda para esa inacabable y misteriosa esquividad de la meta?”.
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