Decía Isidoro Álvarez, presidente de El Corte Inglés entre 1989 y 2014, sobrino de su fundador, Ramón Areces, y gran impulsor de la esta compañía que “los grandes almacenes viajaban mal”. Los hechos confirman estas palabras, ya que han sido pocas las incursiones de estas megatiendas en otros países distintos al de su origen y, cuando lo han hecho, han terminado por renunciar a su aventura internacional. En el mejor de los casos solo han viajado sus marcas de moda. La internacionalización de un gran almacén resulta mucho más compleja que en las firmas que solo venden moda. “Por ejemplo, necesitas entre 500 y 1.000 personas para dar servicio a un solo centro y un local o edificio de unos 40.000 metros cuadrados, y eso resulta muy complicado y dificulta la expansión a otros países, además de los acuerdos exclusivos con marcas que ya tienen los grandes almacenes en cada país”, explican desde El Corte Inglés (ECI).
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Un imán para los turistas
Una internacionalización más sui generis la vive ECI en sus centros madrileños de Castellana y Serrano, el de Marbella, el de la Diagonal en Barcelona y el de Lisboa por el consumo de los turistas. Los clientes extranjeros aportan casi el 10% de la facturación total del grupo. Así, según datos de la compañía, las compras extranjeras ascendieron el pasado ejercicio a 1.500 millones de euros frente a una facturación total de 16.330 millones. Una de las apuestas más claras ha sido la utilización de sistemas de pago usados por los compradores asiáticos como Alipay+ o WeChat Pay. “Contamos con servicios muy valorados por el turista extracomunitario, como realizar el proceso de devolución del IVA en todos nuestros centros, así como intérpretes, atención especializada o salas VIP”, explican fuentes de la cadena.