El transporte está en una encrucijada crítica. Su futuro está determinado por nuevas regulaciones enfocadas en la sostenibilidad, la intermodalidad —que se perfila como una solución viable para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero— y la necesidad de retener el talento. Todo ello se adereza con la necesidad de inversión en tecnologías avanzadas y herramientas de gestión y análisis que permitan optimizar las rutas y anticipar posibles disrupciones.
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