En una época en la que cada vez hay más en juego y el contexto es más incierto, los ojos de cualquier empresa están puestos en su primer ejecutivo, del que también se espera más en un entorno de polarización que amenaza el progreso de la organización. La presión que se ejerce sobre el consejero delegado de una compañía crece y de ahí que su perfil esté cambiando. El director ejecutivo ha dejado de ser el héroe que conduce a la empresa por los mares inhóspitos para convertirse en un guía que consigue que el equipo navegue en la tempestad.
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