La palabrota se impone por la ocurrencia vulgar y nada simpática de ser el destino aparente de Andrés Manuel López Obrador en cuanto deje de ser presidente de la República Mexicana. ‘La Chingada’ es el nombre del rancho humilde en la selva donde el hombre piensa colgar su hamaca y se ha vuelto más que atinada metáfora del deseo de millones de mexicanos para un viaje sin retorno, sin negar que otra mitad se resigna a que parece que el hombre no se va a ningún lado y que la Chingada es en realidad el lugar sin límites, la geografía de mediada por el crimen organizado, el país entregado en bandeja a los militares, la suma nefasta de miles de muertos y desaparecidos, el simulacro encubridor de la década dolorosa de Ayotzinapa, la vergüenza infinita de fingir un zarandeo en un vagón en un tren inexistente hacia un aeropuerto vacío, la estulticia innecesaria de rasgar el paisaje de la península maya con un trenecito en círculo como maqueta de Disneylandia y el apenitas de una refinería llamada Dos Bocas en un país con miles de bocas abiertas, huecas o muertas en calaveras de cristal.
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