La aversión a China es en lo único en que se pone de acuerdo la clase política americana en una era de extrema polarización. El rápido avance de su economía —la segunda economía mundial, que en 30 años ha pasado de representar apenas el 5% de la producción industrial mundial a casi el 30%— y la preocupación con su creciente influencia y asertividad geopolítica, han sido los catalizadores de esta unanimidad. Con un perfil demográfico negativo, los precios de la vivienda cayendo desde hace varios años, y un mercado bursátil anémico, es difícil encontrar opiniones positivas. La realidad, sin embargo, es mucho más matizada, porque la economía china tiene características únicas.
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