Carlos Martínez, Miguel Tapia, Alejandro Abad y Julia Sainz de la Maza tienen algo en común: son herederos del boyante negocio que han levantado sus predecesores. Bien preparados y universitarios (Julia hará Medicina), ninguno se plantea, sin embargo, continuar con la empresa familiar. Coinciden en que no les importa renunciar a los “buenos ingresos” con los que se han criado, a cambio de una vida “con tiempo libre”. Y saben de lo que hablan. “Hemos convivido poco o nada con nuestros padres, estresados y siempre pendientes del negocio”. “Es un colectivo que, sin ser rico, ha visto sufrir a sus padres para pagar nóminas, impuestos e incluso arriesgar su patrimonio por una línea de crédito y no les compensa el esfuerzo”, apunta Mireia Las Heras, profesora de liderazgo de IESE Business School.
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