De ordinario silenciosa y abúlica en menesteres mediáticos, la alta burocracia se ha lanzado al ruedo a defender a capa y espada la reforma fiscal. Casi todos manejan los mismos argumentos en clara indicación de que hubo entrenamiento. Hasta el ministro de Salud Pública, más espantado que una guinea al ver un periodista, ha opinado.
Ese mismo celo debería prevalecer en la oferta de informaciones oportunas. Y promover así la gestión perremeista. A ver cuánto duran las “instrucciones”.