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Opinión

Reforma fiscal

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Todo empieza con las palabras. Vender una reforma fiscal con el concepto de modernización puede ser una buena idea de marketing, pero no hay nada más antiguo que subir los impuestos. Modernizar sería simplificar el sistema, aunque eso ni se ha tocado.

La clase media hace estos días ejercicios matemáticos. Suma, resta, divide y multiplica para ver cómo va a pagar el IPI, la fruta o el cerdo como alimentos no esenciales o qué quiere decir eso de que hay que hacer declaración jurada. Si los funcionarios no declaran sus bienes a tiempo, es probable que los trabajadores tampoco.

La clase media dominicana es casi una ficción. Para empezar, son tres. La clase media-alta vive y consume como la clase alta de los países desarrollados. La media-media hace malabares para pagar todo dos veces: la educación, la salud, el transporte, su propia instalación de la energía eléctrica y el tinaco. Todo lo que el Estado debería proveer para que la clase media pudiera vivir como clase media, aquí corre por cuenta del ciudadano. Y con sus impuestos paga los servicios públicos para los que vienen atrás.

La clase media-baja simplemente está a una enfermedad de caer en la pobreza.

La clase media está calculando y no gusta el resultado. Si antes de que arranque el nuevo esquema no se ven esfuerzos creíbles con resultados tangibles para controlar la corrupción y la evasión (china y/o autóctona), más de uno va a sopesar los beneficios de la informalidad.

Controladas todas esas fugas (robos, en lenguaje llano) y la sobrenómina estatal, la reforma no sería ni tan urgente ni tan mal recibida.

Y olvídense de bancarizar a todos. (Hay un impuesto por pagar impuestos a la DGII a través de la app de los bancos, por ejemplo…)

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