Solo el olor a gasolina me ofende más que la manía de calificar ciertos ingredientes como humildes. A veces, esta plaga afecta a carnes y pescados. Caballa, panceta, arenques, mejillones y salchichas de pollo han cargado con este sambenito y han sido etiquetados como modestos sea cual fuere el grado de calidad que ostentasen: el más fino y delicado de los mejillones siempre ha sido y siempre será tildado humilde, por lustrosas que tenga las barbas. Ahora bien, en cuanto a humildad se refiere, desde que el bacalao colgase los hábitos y renegase del voto de pobreza, los vegetales son quienes se han alzado como reyes de la virtud del comedimiento. Cuatro humildes patatas, un puñado de humildes lentejas, una modesta cebolla. Todos esos ingredientes tienen en común ser baratos. ¿Con eso basta para asignarles la virtud de la humildad?, ¿puede una cebolla ser virtuosa?
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